lunes, 29 de diciembre de 2014

Robert Creeley: 3 poemas





Robert Creeley























La flor

Pienso que crezco en mí tensiones
como flores
en un bosque adonde
nadie va.

Cada herida es perfecta,
se encierra a sí misma en un pequeño
imperceptible pimpollo,
produciendo dolor.

El dolor es una flor como esa
como esta,
como aquella,
como esta.

La lluvia

Toda la noche el sonido había
regresado nuevamente,
y nuevamente cae
esta tranquila, agua persistente.

¿Qué es lo que soy  para mí
que debe ser recordado,
en lo que se debe insistir
tantas veces? Es acaso

que nunca  la serenidad,
incluso la dureza,
de la lluvia cayendo
habrá de tener para mí

algo distinto de esto,
algo no tan insistente—
habré de ser encerrado en esta
incomodidad final.

Amor, si me amás,
recuéstate a mi lado.
Sé para mí, como la lluvia,
el salirse

del cansancio, de la vanidad, de  la semi-
lujuria de la indiferencia intencional.
Permanece mojada
con una decente felicidad.

La ventana

La posición es donde
la colocás, donde está,
acaso vos, por ejemplo, ese

tanque grande allí, plateado,
con la iglesia blanca a su
lado, levantaste

todo eso, ¿cuál fue el
propósito?  Qué
pesado el lento

mundo es con
todo colocado
en su lugar. Algún

hombre pasa caminando, un
automóvil  a su  lado sobre
el caído
camino, una hoja de
color amarillo va a

caer. Todo cae en
su sitio. Mi

rostro  pesa
con esa vista. Puedo
sentir mi ojo romperse.

(versión EM-POR)

Robert Creeley (1926-2005) Poeta y ensayista. Integró el grupo de poetas reunidos en el Black Mountain College, donde fundó la revista homónima. Luego trabajó en la Universidad de Nueva York en Buffalo .  En 1992 fue elegido poeta laureado del estado de Nueva York. Paul Hoover caracteriza su escritura como una que explora las sensaciones inmediatas en un lenguaje oblicuo y evocativo que rehúye lo descriptivo.






jueves, 18 de diciembre de 2014

Lawrence Ferlinghetti - Last Prayer

Washington Benavides: Reencuentro con Beatriz

























                            “Donna m’aparve sotto verde manto
                                   vestita di color di fiamma viva.”
                                    (La Comedia. Paraíso. Dante.)



El reencuentro, según Borges, habría ocurrido

la mañana del 13 de abril del año 1300.
El viajero vivo, al fin, encontrará a la responsable
de su tormentoso y enigmático viaje por los Reinos
De La Muerte. Allí, entre otras dignidades
y símbolos oclusos, está la mujer de su vida
y de su muerte:

                        “vestita di color di fiamma viva”

Borges, admirablemente, reflexiona

que el autor del poema, no puede, aún en su sueño,
engañarse, y el reencuentro será duro.
Y la donna angelicata le dirá terribles verdades
que harán llorar al implacable exiliado florentino.
Sí, el ha creado esa mágica trama de tercetos
para jibarizar todo el medioevo; tal vez...
O para soñar que la mujer que no fue suya,
hubo otras mujeres (“las damas/escudos” de La Vida
Nueva) y ello se transparenta en los episodios
de los lujuriosos, y su profunda y conmovedora
reacción ante Paolo y Francesca...Tal vez,
reedificar en un poema el Tiempo. Tal vez,
pero Borges (finamente) insinúa ¿si no compuso
esa catedral endecasílaba, sólo para (soñar)un
reencuentro con la muerta amada, y adjudicarle
a ella la indulgencia divina que le permitió
semejante viaje? ¿Beatriz lo amó?- Eso quisiera-
Contestará el escéptico que mira nuestro texto
por sobre el hombro...  ¿Sueño entonces, sin la substancia
que la vida impone?

                      “Cosí orai; e quella, si lontana
                        come parea, sorrise e riguardommi;
                        poi si tornó all’etterna fontana”

                        (Oré yo así; y aquella que lejana
                         tanto se hallaba, sonrió mirándome;
                         volviendo luego a la eternal fontana”)

De  la inacabable y dura experiencia del viajero
queda, entonces, esa misteriosa sonrisa
casi de La Gioconda, y ese mirarle
para volverse luego a sus asuntos del Espíritu...

  (Inédito. Setiembre 2010. Montevideo)

Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico. Maestro quien hace varias décadas me supo indicar, en una noche cargada de humedad rioplatense, en la “valiant” Montevideo que leer.
 Ha publicado, entre otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta (1959); Poesía (1963); Las milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas de la ciega (1968); Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979); Murciélagos (1981); Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990); Lección de exorcista (1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el profesor (1994); Los restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos, 1995); Canciones de Doña Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados (2000).
Entre  los autores que ha traducido se cuentan: Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.
Sus poemas y canciones han sido musicalizados y grabadas por: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavídez, Los Olimareños y Los Zucará.




Pablo Seguí: Poemas de Este Verano y Otro...



Pablo Seguí






















SERENIDAD
 
Quizá con una cámara
pudiera
capturar esto que veo,
aquietado,
serena-
mente
dichoso en la penumbra inmóvil.
Una
reja y la calle,
el
auto, mandarinas ya maduras
en
la noche y que penden,
y
este cuerpo que miro sin asombro.
Casi
como observando
un
cuadro en sombras que la pausa acerca. 

NAVEGACIÓN SOLAR


A pesar de que nadie funge ya de censor
y
de que las palabras, alguna vez heridas
por
el morbo, regresan liviana, mansamente
a
su seno; a pesar de que en la noche absorta
pueda
hablar sin temer que cruja el corazón;
o
tal vez justamente porque ahora dispongo
de
dulce libertad y un horizonte abierto,
es
que callo y evito, vanidad que me hundía,
aquel
ritmo salaz que medía desmanes.
Fiebres
en que abjuré, desordenado, injusto,
del
sentido, de la posible, rechazada
por
años, sucesión de pasos en la ruta
del
que ve que las cosas, más allá del probable
desatino,
son sólo múltiples ocurrencias
del
tiempo, y que las olas de ese río invencible
acomodan
y pulen el lecho, las arenas,
y
que es idiota, inútil querer otros destinos
para
la roca, para la desembocadura.
Que
en adelante sea lo mejor navegar
en
busca de más sanas provisiones, y hacer
del
día y de la luz un emblema que nutra
versos
que deberían mirar con más frecuencia
ese
grácil cardumen, esa playa, estos remos


MONTÍCULO U OASIS

Ella dormía y yo
-montículo,
pradera-
leía
pronunciando
versos
como racimos.

Racimos
que, sonoros
y
suaves, cobijaban
con
dulzura ese cuerpo,
oasis
y penumbra.

Penumbra
y relumbrar
de
sus rendidos senos,
sueño
reparador.

Leía
disfrutando,
cuidaba
ese abandono:
cumplida
habitación.


CANCIÓN

Ella quiere otra cosa,
a veces, que lo que
yo quiero, nada más.

Pero ¡cómo me duele,
ahora, que se muestre
indiferente, lejos!

Canción, decile que ardo,
que humeo negramente,
que mis labios se agrietan.


NO ME HAGAS CASO


¿Por qué renunciaría
a tus manos, a sus
ricos dones, que colman
de alegría mis tardes?

Y sin embargo, huero
me siento, y me imagino
alejándome de
las calles y los hombres.

Un mal momento, amor,
un temblor insidioso:
ya me veo enclaustrando
nuevamente este cuerpo.

¿Razones? No las hay.
A no ser un penoso
desasosiego, un turbio
humor, y oscuro, y arde. 


EL MULADAR

Ahora que lo pienso (vos allá,
intentando dormir; porque tu siesta
fue abundante, y las cosas que hoy hiciste,
si bien cargosas, poco te exigieron;
y puede que en un rato te levantes
y te acerques en busca de un cuentito),
no hay sombras, noche leve, y bien podría
dar noticia de asuntos sin mayor
"trascendencia": anotables. Insistí
ya tantos años con mis lloriqueos,
y tantas veces más alcé en palabras
las muecas del pesar, que simplemente
no quedaría otra salida que
la de mirar alrededor, y ver.
Olvidarme de mí para fijar
pasables argumentos de estos seres
que vienen y se alejan, aunque porten
siempre en su seno algo incomunicable.
Y darme cuenta de que el mundo, el vasto
mundo de peripecias de los otros
tendría que pesar más que mi suerte,
incluso en mí: el obtuso a lo que dicen
y que sollozan, de lo que se jactan
y, claro, eso que ignoran, -- ignorantes,
los más, no hay modo, de mi ser arisco.
Tendré que hacerme ciudadano y dar
en descripciones mi tributo al mundo,
me digo, y hacer trizas los espejos
y respirar sin más entre la gente.
(Y vos allá, en la cama, a quien de pronto
siento luchando de hace ya bastante
contra mi obcecación, mi muladar.)


COTIDIANA 


Te vas a levantar, querida, dentro
de un rato. Tempranito: tenés pruebas
que corregir. Dejaste
para el final hacerlas, como siempre
que un libro se te vuelve necesario:
un libro, tu perrito, el marco que
pintaste con amor.
Así es la vida: un tiempo
moroso que agotamos en hacer
lo que nos gusta; lo demás, de un saque
lo resolvemos (ya
lo señaló del porteñismo el hijo
de Baldomero). Ahora, allá en la cama,
soñás con algo que seguro no
recordarás al despertar. Iré
a la Del Plata a por
criollitos calentitos, y serás
de nuevo reina en La Babía... Casi
que voy y te despierto: ¡escribo sobre
alguien que no soy yo!
Materia inexplorada de que podría hablar
hasta el fin de los tiempos. Un besito. 



TRATANDO DE ENTENDER


Las palabras ¿qué pueden?
¿Qué haré con ellas? ¿Qué
me permite mezclarlas,
cortar, alzar? Y tocan
manos impredecibles
muchas veces. Cubil
que guarda inesperados
lobeznos y maderas.
Francas o resentidas
oraciones: del fondo
de una caverna surgen
liberados esclavos,
murmuradores. Vieja
cornucopia la voz.
Palabras como cuerdas
que rozo, que devuelven
armónicos que nunca
dominaré del todo.
(Violín que dejo escrito;
arco de los demás.) 


PARA LOS DERROTADOS

El violín, en su estuche,
corta una cuerda. Poco
a poco deshará
su propio cuerpo. Prendo
un cigarrillo y fumo
apostando a que el vicio
finalmente me pierda.
Porque la muerte es dulce
para los derrotados. 




Pablo Seguí (Córdoba, Argentina, 1973) Poeta. Ha publicado: Los nombres de la amada (Córdoba, 1999), Claves y armaduras (Córdoba, 2005) y Naturaleza muerta (Córdoba, 2011). Plaquetas: Suite del silencio -detalle para Marioni- (Córdoba, 1995), Cuatro monedas (Córdoba, 1999) y Ramillete (Córdoba, 2003). Durante una década estudió violín.
 Toda su producción poética ha sido publicada en los blogs El tren y la mujer que llena el cielo, La  lección de piano, El bakelita y Por el jornal.