viernes, 17 de octubre de 2014

Presentación: Poesía de América Latina para el Mundo

INVITACIÓN A LA PRESENTACIÓN DE LA MUESTRA POÉTICA (CASTELLANO-INGLÉS)
"POESÍA DE AMÉRICA LATINA PARA EL MUNDO".

LUNES 10 DE NOVIEMBRE, 19 HS., EN EL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN - SALA JACOBO LAKS, 3ER. PISO - AV. CORRIENTES 1543, CABA. 

SE ENCUENTRA EN BUENOS AIRES EL DESTACADO POETA MEXICANO ROBERTO ARIZMENDI (MÉXICO, 1945), COMPILADOR DE ESTA IMPORTANTE OBRA, QUE INCLUYE POEMAS EN EDICIÓN BILINGüE - CASTELLANO / INGLÉS- DE 43 POETAS DE 19 PAÍSES DE AMÉRICA LATINA,

jueves, 16 de octubre de 2014

Fredy Yezzed: EL DIARIO INÉDITO DEL FILÓSOFO VIENÉS LUDWIG WITTGENSTEIN


















 

1

1.         La realidad está limitada por la totalidad de la poesía. La poesía no tiene límites.

1.1       La poesía es un jardín: un jardín que habla de otros jardines.

1.11     Poesía, en una palabra, señor entrevistador, es requiem.

1.12     Pero la mejor definición de poesía es la siguiente proposición: Poesía no es ni lo uno ni lo otro; quizá tampoco lo tercero.

1.13     El lenguaje es la flor, dijo Mallarmé. Si esto es así, entonces, la poesía es la floración: encantamiento de la flor.

1.2       Under the Winter: quizá su madriguera más cálida, más productiva.

1.21     El único enemigo de la poesía es el poeta: allí, es él contra él mismo.

1.22     & ese silencio… (                        ) Es el lenguaje que reclama su propia poesía.

1.4       Lo meta-poético son las arañas que se comen a su madre.
2

2.         (Siempre me alegro de poder comenzar una nueva página).

2.01     Todos llevamos una manzana podrida en la carne. Eso comprueba que todos tenemos una poética negra. Una forma oscura que se oculta detrás del día.

2.011   Por consiguiente, todo el mundo tiene una poética: la amante tiene la poética de excitar mejor al infiel; el infiel tiene la poética de ser más hombre en la intimidad con la amante & de no hablar de la esposa; & la esposa tiene la poética de ser la misma esposa… todos los días.

2.0123 Cuando un hombre se dirige a sus aguas finales, no muere su poética. Sus hijos heredan su forma de caminar, sus dientes caídos, una voz ronca, su nombre. Otro, su esposa & su cama. En las cosas se queda su mirada para el estudio de la psicología.

2.0124 Las cosas por sí solas descubren al hombre. La cuchilla de afeitar oxidada, el aire quieto pudriéndose en su fruta, el poema lamido mil veces, la pintura que se cae del techo.

2.013   La cosa en sí misma habla íntimamente de su sexo sin forma. El hombre en sí mismo se pellizca la carne & sólo habla del dolor que causa una mañana oscura, un lenguaje gris.

2.0131 No te esforcéis, poeta, en la posibilidad de entretejer & transformar las palabras en poesía; ellas son, en sí mismas, vocal x vocal: poesía.

2.014   Nadie, por experto que sea en la semiótica, podrá hablar de la humedad que causa a nuestra alma la palabra agua.

2.0141 Dar a cada emoción una personalidad, a cada estado del alma, un alma.

3
 
3          Si existes, Dios, es porque te nombro. Si existes, amor, es porque te callo.

3.001   En mi gramática de la existencia: soy, no por el hecho de estar, sino porque ella es, aunque no esté.

3.01     Todo lo que amamos, si no se puede decir, se habrá perdido para siempre.

3.02     Mi último pensamiento, allá, lejos, acostado (obscenamente) junto a Marguerite.

3.022   Para M. es poco el idioma alemán; desea conocer cómo se mueve la lengua en todas las lenguas.

3.023   ¡Ah, cómo gusta de mi carne mi Ternera! Me avergüenza ese pensamiento vulgar; pero más me avergüenza que no sea cierto.

3.024   Detrás de “M” hay sólo una presencia con los brazos abiertos, un ángel con las alas ensangrentadas: algo que no existe & rehúso a soltar de la mano.

3.025   Me voy para Cambridge…, pero te quedas con mi tarde en tu sostén.

3.026   Si no sé qué es el amor, No te amo, Marguerite, No te amo.

4

4          Señor, si existes, sálvame. & si no existes, invéntate; & vuélveme a inventar.

4.001   Solo un fruto puesto sobre una mesa de madera. Es la única nota de color en esta alcoba altamente vacía, donde Dios duda, desde la ventana, si entrar o no.

4.002   Como un ciego que busca a Dios entre las sombras, creo ver un día luminoso, la luz en la piel de una manzana, mi rostro en una pared blanca.

4.003   Camino en dirección contraria a la del otoño & le doy la cara a cada doloroso rayo del verano; de esa forma, con el rostro herido, es más fácil enfrentar a Dios.

4.0031 Un W. adentro & otro W. afuera. Uno que pronuncia la palabra campo & otro que aspira la palabra abismo. Uno que siente la ternura de un niño & otro que piensa en las flaquezas de una mujer sola.
Como la flor que resiste el peso del cielo, uno & otro arquean sus tallos… para no dejar caer a Dios.

4.01     Un W. busca con afán la salida de la casa mientras otro W., con parsimonia, busca la dirección de la misma casa. Cuando, por fin, los dos W. se encuentran en el jardín, en la estación del tren o haciendo fila en un banco, indescriptiblemente han de hallar a un tercer W. que camina hermosamente hacia el interior de los dos.

4.011   El alma es carne, porque también se puede pudrir.

4.012   El alma, como el cuerpo, debería tener una cisterna: para halar la cuerda cuando algo nos aflija.


5


5.2       A un poco de alcohol & abismo huele esta época.

5.21     La tragedia de nuestras equivocaciones tiene que ver con el hueso del verbo amar (& su mala conjugación).

5.211   Lo diré. No me avergüenza. La primera vez que escribí un poema fue para odiar a mis compatriotas. Lo escribí después de ver un muerto sobre una calle de mi hermoso país.

5.22     Solo el que ha estado en la guerra lo ha intuido: el que mata a un hombre atenta contra el lenguaje. Borra del mapa a alguien que dijo antes de partir a la misma guerra: “Mi Sol, espérame para la próxima cosecha”.

5.232   ¿Dónde, en qué lejanas calles en ruinas de Salzburgo, en qué abandonados patíbulos de Auschwitz, en qué pestilentes orinales de Viena: la ecuación perfecta para tumbar estos muros de Sal, esta Sal de los ojos?


6

6          ¿Acaso existe un animal más fiel que la vejez?

6.001   Es mejor la joroba en la espalda, pegada a la carne, que la joroba del alma, pegada a Dios.

6.002   Acumulo mi soledad en ese Hijo de carne que no se baja de mi espalda.

6.01     Como un suministro de agua negra, me acompaña esta joroba de Londres a Berlín, de la cama a la sala del baño, del dolor del cuerpo a la agonía del alma.

6.02     Creo recordarlo: después de la guerra, a mis veinticuatro años, llevé mi joroba negra que la miseria me cosió con miedo… Iba a casa… a mostrársela a Mining, la más querida de mis hermanas.

6.021   La joroba solo aterroriza cuando uno se mira al espejo & no ve por allí ningún rostro conocido.

6.022   La joroba de las ancianas es todo ese amor no dicho de los 15 a los 18 años.

6.03     A veces deseo la joroba en la lengua, para que se canse & deje de decir tantas cosas que la gente nunca llegará a comprender. Que tal vez nunca quiera entender.


7

7                    De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca.


Fredy Yezzed. (Bogotá, Colombia, 1979). Poeta e investigador literario. Preparó el estudio Párrafos de aire: Primera antología del poema en prosa colombiano que publicó la Editorial de la Universidad de Antioquia (Medellín, 2010). Tiene publicado los libros de poesía: La sal de la locura, (Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández, Buenos Aires, 2010) y El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein (Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2012). Actualmente está radicado en Buenos Aires, donde estudia el género del poema en prosa argentino.






























jueves, 9 de octubre de 2014

Elvio Romero: Una hora de recogimiento





Elvio Romero






















Una hora de recogimiento
por los caídos aquí, los olvidados;
no la fanfarria inútil, los caballos ruidosos
del desfile, el oropel vacío y los salones alucinados
de una fiesta, no; no las palabras vanas
del discurso vacío en una plaza; no, ni siquiera
la ceremonia oscura de las catedrales.

¡Una hora de recogimiento
por estos pobres, por Dios!
por su luto y su manto desdichado,
por su comunión con el hambre, contando su rosario
de amargas inclemencias, arrodillados ante su memoria,
conformados con su vasija rota, con su pozo sin aguas,
solos ante su tos y ante su muerte.

Una hora de recogimiento
por esta tierra, mi amor,
atravesada por los padecimientos,
por la desgracia de su invencible orgullo,
por esta tierra cansada de recibir el odio
como un golpe en el pecho, como un puño en la cara,
marcada por el hierro como los animales.

Una hora sola de recogimiento…


Elvio Romero (Yegros, Paraguay, 1926-Buenos Aires, Argentina, 2004) Poeta y periodista. Vivió gran parte de su vida exilado en Buenos Aires. Entre otros títulos publicó: Resoles áridos (1950); Despierten las fogatas (1953); Destierro y atardecer (1975); De cara al sol (1961); Un relámpago herido (1967) y El viejo Fuego (1977).


Fernando Denis: La estética de DANIEL BORDA





Daniel Borda








La pintura es temperamento, visión, atmósfera, es carácter: los secretos de la imagen y sus movimientos, la lucidez del trazo, los fantasmas de las sombras, los equilibrios del tono y de la luz buscando darle una condición a la belleza,  ese delicado esplendor que eterniza los instantes y los convierte en mito.  La pintura levita, irradia, sus metáforas son formas y tiempos que caminan hacia el inconsciente para embellecer sus salones, sus recámaras. Sus elementos como los del lenguaje escrito son metáforas visuales, son imagen en movimiento, una sucesión poética  de tiempo y espacio y de climas  que permanecen en nosotros,  que confluyen en escalofriante armonía. Las formas conviven como criaturas de un bosque, se reúnen y dan claridad.  En la pintura hay una música que llena nuestros oídos internos, colma nuestras carencias con sus timbres, modulaciones y redobles, colma de armonías nuestro silencio, lo transforma. La pintura es una sucesiva aparición, un emblemático quehacer que se recoge en la pupila, es la sustancia sin límite que promete su fracción de infinito a la mirada y la recrea, le entrega su paraíso perdido.
La pintura de Daniel Borda es un juego ambicioso con la naturaleza y su magia, una búsqueda  permanente de la fantasía de los objetos, una realidad estética que permite dar protagonismo a los detalles, a las minucias, y así crear desequilibrio, desconcierto, ironías, ya que irrumpe con un marcado acento inspirado en temas clásicos, en tonos que dramatizan  los colores, que al mismo los seda, los tranquiza, y del mismo modo sus trazos hacen lectura de un surrealismo anacrónico y muy sugestivo. Las frutas que Daniel Borda arranca  a los bodegones de su inconsciente para ponerlos en sus paisajes, o para recrear escenas atípicas en lugares atípicos, dan muestra de su incansable sentido del humor, de una lucidez desbordante y poco frecuente en la pintura colombiana, y más allá de los múltiples significados, sus trabajos tienen que ver con su forma de asumir el mundo y su propio lenguaje,  la exacerbada soledad, sus fantasmas, los muchos misterios de su infancia y esa forma particular de tensar su asombro. Sus trabajos están muy cargados de atmósferas que simplifican sus estados de ánimo, son las subyacentes  y ejemplares cadencias de un hombre arraigado en su talento tratando de conjugar los atributos de la imagen, de seducir cada momento de la naturaleza que lo habita, intenta  acallar su grito.  Daniel Borda desde su torre de marfil, desde su taller, intenta darles una respuesta a esos interrogantes que algunas veces carecen de sentido pero que lo arrastran a buscar su esencia, su verdadero plan infinito.
Octavio Paz, considerado el mexicano del siglo xx, en su poema Objetos y apariciones, dedicado a Joseph Cornell, escribe:
“Hexaedros de madera y de vidrio
apenas más grandes que una caja de zapatos.
En ellos caben la noche y sus lámparas.”

Esa poética del arte conceptual sirve para ver hasta donde el sueño alcanza su mayor grado de ironía, también su mordaz sentido de la estética, logramos percibir cómo la búsqueda interior de los objetos embellece los sentidos y le da fortaleza,  los anima. Y luego,  en el mismo texto cita a Edgar Degas: “Hay que hacer un cuadro como se comete un crimen”.  Es desaforado, pero al mismo tiempo es individualmente una retórica que sobrevive más allá de la idea. Por eso los cuadros y dibujos de Daniel Borda sobreviven  al caos que los germinan, a esa plástica intención de abolir la realidad. Tal vez de corregirla. O quizá más bien de entronizar la realidad en un concepto  menos característico a través de otro lenguaje. Sus impulsos pictóricos son palabras con forma y color y hablan de otras dimensiones, sus personajes piensan y actúan en una  ficción surreal, ensimismada.
La conquista
Amanece en el taller. Los colores tienen un alma nueva. Gravitan los tarros llenos de lápices, llenos de óleos, llenos de silencios irracionales; gravitan la trementina, los caballetes, las telas, los pinceles que también son escobas para barrer en otra dimensión. La palabras que no están, podrían llegar en cualquier momento. Aquí empieza el tiempo, aquí empieza el camino hacia los misterios de la belleza, aquí se fabrica el asombro. La historia del arte está hecha de espejismo, de alucinaciones que comienzan en un taller. Daniel Borda llega de la noche, de sus oscuras geometrías, para reconocerse de nuevo en los elementos, para iluminarse, su mente blanca bordea los abismos del color, sus mágicas tempestades, y desde muy temprano hace de la luz un manifiesto personal, conjura sus significados y este es su primer viaje. Tal rito se manifiesta antes de que ocurra su obra. Yo percibo el movimiento anónimo de su invisible tablero de ajedrez,  marca la pauta de una disciplina que lo ha ayudado a despojarse de sí mismo y de sus duendes nocturnos, ya que en las muchas geografías interiores, en esos territorios que habrán de ser los territorios de la mirada, el pintor siempre sigue las huellas de un ser hilarante, misterioso, algunas veces terrible. Por eso  los dibujos, los grabados y esas telas  albergan un ojo intenso, una lente que viaja con su lámpara por los bosques de su recalcitrante inteligencia, por sus hondos follajes y va colmando un universo personal, una especie de mitología privada de la imagen. Su obra es silenciosa, diáfana, es un arte pulido con un humor delirante pero silencioso, que ha albergado un doble carácter, porque a su vez se reconoce en los milagros de una estética personal, pero también se juzga a través de ella y de ese mismo modo planea su romántico exilio interior. Sin embargo, en la dialéctica del color que lo sobrevive hay una reconocible excitación por el trabajo, una entrega, una enfermiza inclinación a la belleza y a sus múltiples comportamientos.
        Dice a sus propios fantasmas:
        Lo maravilloso de entregar una vida a la pintura es la satisfacción de atreverse a apostar las propias energías en una manera de vivir que a pesar de cualquier dificultad por la que se pase en el camino, siempre se estará dispuesto a defender la pasión y el amor que se profesan por ese oficio, donde todo vibra con y como la luz”.
         Ya que sus paisajes están contaminados de un surrealismo visceral y esplendoroso, sus frutas representan una metáfora del sentido común, pues bifurca la realidad, la descompone y le hace un guiño. Hiere nuestra sensibilidad, nos interroga,  quizá por la incongruencia de su arquitectura, pero  al mismo tiempo nos reconcilia con ese otro yo que adora los sarcasmos, que boga en otra perspectiva y baraja otros designios en pos de una búsqueda distinta, de otros símbolos, de otra dinámica que le permita al sueño de la razón recrear sus verdaderos espectros,  explorar en la vasta redondez de sus aguas y reflejarse.
      
Fantaseando
 
La poesía busca incansablemente  una metáfora nueva, otro universo simbólico, y la pintura cambia sus ópticas en busca de otra fascinación  que logre conmover su capacidad de asombros y sus marcadas miserias íntimas, como también a ratos la pintura intenta en un arranque de introspección, de despojo,  prescindir  de los objetos y quedarse sola.
       Daniel Borda interioriza cada trazo y baja lentamente por sus líneas hasta dar con ese rostro que lo espera en el umbral. Su propio rostro cristalizado en una idea, en una negación, en un símbolo distinto, y sus juegos con  los instintos de las formas prosperan gracias a que en su viaje hacia el color, hacia el abismo de un lienzo,  siempre se deja penetrar por la inocencia de sus  mitos.
          A lo hora de los inventarios, se mira el  espejo roto y reflexiona: 
          Creo que mi principal motivación a la hora de pintar, o de llevar a cabo cualquier labor creativa, es  la evocación el poder revivirme  en un marcado y profundo recuerdo de mi infancia”.  
         En un esfuerzo anímico, y alejado de las academias, Daniel Borda se ha inspirado en una obra  que ha transgredido algunos valores establecidos, sus formas e ideas iluminan un época en la que la naturaleza se había quedado sola, en que los elementos necesitaban la magia de una mano que los animara y esta emoción  estética  es lo que mueve su espíritu, los muchos dilemas que embargan su espíritu y que lo agotan,  pluraliza su conocimiento, lo exterioriza en delicados matices y cadencias, donde la inteligencia de los objetos  se convierte en luz y dramatizan ese momento de haber sido tocados por tiempo. Daniel Borda tiene un acentuado lirismo en su trazo y ese diálogo poético permanente en su pintura es lo que crea  la educación sentimental de los colores, su perpetuo amor por la apariencia y la fijación de los objetos y sus fantasmas, por la presencia que lo conmueve o que perpetra su caos.  La viva naturaleza de toda su obra es una callada reflexión  sobre el paisaje perdido, es la búsqueda insaciable de una región inexplorada, busca sus mapas, sus laberintos, sus guías, sus estaciones y sus bosques en cada superficie. 
         En una de las orillas del camino hacia la Historia del Arte, nos advierte:
        “Para mí en el surrealismo está la clave de la liberación existencial de nuestra realidad, o dicho de otra manera el surrealismo nos permite jugar a escaparnos de los parámetros establecidos en nuestros esquemas o límites… y en las frutas que pinto encuentro el secreto de la auto perpetuación de la vida”.
 
Tango

martes, 7 de octubre de 2014

Saint-John Perse: Crónica (fragmento)






























           …Alta edad, henos aquí  —y nuestros
pasos de hombre hacia la salida. Basta ya de
entrojar; ahora es tiempo de aventar y honrar
nuestra era.

           Mañana, las grandes tempestades
merodeadoras, y el relámpago en su oficio…
El caduceo del cielo baja para marcar la tierra
con su cifra. La  alianza está fundada.          

           ¡Ah!, que una elite también se levante,
de muy grandes árboles sobre la tierra, como
tribu de grandes almas y que nos incorporen
en su consejo… Y que la severidad de la noche
descienda, con la confesión de su dulzura,
sobre los caminos de piedra ardiente
iluminados de lavanda…          

           Habrá entonces un estremecimiento,
en el más alto tallo untado con ámbar, de
la más alta hoja semidesplegada sobre
su uña de marfil.

           Y nuestros actos se alejarán hacia 
sus huertos resplandecientes…

          Que otros edifiquen entre los esquistos
y las lavas. Que otros levanten los mármoles
en la ciudad.

           Para nosotros ya canta la más arrogante
aventura. Carretera abierta por mano nueva,
y fuegos llevados de cima a cima…

           Y no se trata aquí de canciones de tela para
gineceo, ni de canciones de velada, de esas que
denominan canciones de Reina de Hungría,
para desgranar el maíz rojo con el filo herrumbrado
de los viejos estoques de familia.

           Sino de un canto más grave, y de otro temple,
como canto de honor y de alta edad, y canto del Amo,
solo en la noche, para abrirse su camino frente
 a la chimenea
            —fiereza del alma frente al alma y fiereza
de alma creciente en la espada grande y azul—.

            Y nuestros pensamientos ya se levantan
 en la noche como los hombres de grande tienda
que antes del amanecer, marchan hacia el cielo rojo
llevando sus arreos sobre el hombro  izquierdo.

           He ahí los lugares que abandonamos.
Los frutos del suelo están bajo nuestros muros,
las aguas del cielo en nuestras cisternas,
y las grandes muelas de pórfido descansan
sobre la arena.

            La ofrenda, ¡oh noche!, ¿a dónde llevarla?,
y la alabanza a quién fiarla?... Nosotros levantamos
en el extremo de los brazos, sobre el plato de nuestras
manos, como nidada de alas nacientes, este corazón
entenebrecido del hombre donde estuvo la avidez
y estuvo lo ardiente, y tanto amor permaneció
irrevelado…

            Escucha, ¡oh noche!, en los pradecillos desiertos
y bajo los arcos solitarios, entre las ruinas santas
 y  eldesmigajarse de los viejos nidos del comején,
el gran paso  del alba sin guarida,

             Como en las losas de bronce donde rodaría
una fiera.



Alta edad, henos ahí. Tomad las medidas
del corazón de hombre.


(1959)

(traducción Lyzandro Z.D. Galtier, 1961)

Saint –John Perse (Alexis Saint-Léger Léger 1887-1975). Poeta. Premio Nobel, 1960. T.S. Eliot mostró gran interés por su  obra y tradujo al inglés su Anabase (1924).





                                                                                                                                                                                            



lunes, 6 de octubre de 2014

Esteban Moore (Crónica Plural)

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi - Vittorio Gassman legge Cesare Pavese

Alfredo Fressia: 2 Poemas




Alfredo Fressia
















Aburrimiento


Una vez más el día
en este bajo mundo.

Me aburro en el jardín,
nadé en los cuatro ríos.

Me limo con esmero
las uñas de los pies.

Tengo mala salud
y  he sido mal amante.

Soy muy mediano en versos:
nunca entré en el Edén

(ni en las antologías,
uruguayas al menos).

Para pasar el tiempo
puedo hablar de dolencias,

mi carné de salud
es de los veinte años.

Altura: uno noventa,
Peso: setenta quilos”.

La foto en blanco y negro
es de un muchacho díscolo.

(Siempre me voy de tema
cuando hablo del amor)

Los hombres que me amaron,
con excepción de uno,

no tuvieron glamour
ni dejaron recuerdos

de mayor importancia.
Yo mismo –digo yo-,

de los muchos que fui
no quedará uno solo.

(Una vez más el día
en este bajo mundo.

Me aburro en el jardín,
nadé en los cuatro ríos)

Soy sólo pensamiento
perdido en un jardín

que sueña ser Edén.
Sé que un mono me observa,

está sobre una rama.
Es eterno, calculo.

Y mientras, yo me aburro.



El avaro


Atesoro los bienes de este mundo
como prendas del otro que me espera.
Sé que mi dividendo es infecundo:
reboza desamparo mi cartera.

Sudo frío y me toman por astuto,
por desprecio persigo la riqueza,
Palpo en cada moneda el absoluto,
leo en la muerte como en un poema.

Y mido las palabras, cuento sílabas
como centavos o como minutos.
Almaceno los restos de la vida
(guardo una perla en mis dedos enjutos ).

Es avidez, es ambición, codicia.
Y no es nada, es el miedo diminuto
de un Dios que en mi esconde su avaricia
y yo, inconcluso, ayuno y acumulo.

Por su culpa y su abuso yo calculo
los días que me faltan en la cuenta,
la incertidumbre de metal la cubro,
y sólo acopio huesos y promesas.

(de Poeta en el Edén)


Alfredo Fressia (Montevideo, 1948) Poeta. Su obra premiada y traducida a varias lenguas incluye entre otros títulos: Un esqueleto azul y otra agonía (1973); Clave final (1982); Noticias extranjeras (1984); Destino: Rua Aurora (Brasil, 1986); Frontera móvil (1997); El futuro/O futuro (Portugal, 1998; Eclipse, cierta poesía, 1973-2003, (Uruguay, 2003 y México, 2006) y Poeta en el Edén (México 2012, Uruguay, 2012).