miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ricardo Ezequiel Gandolfo: Poemas.





Ricardo Ezequiel Gandolfo
























La Momia en la sastrería


La vieja y olvidada Momia revive floreciente
y, luego de asesinar a un campesino prospero,
dos maestras,
un distraído agricultor,
tres policías y su perro,
retorna a la ciudad de la cual nunca debió haber salido.

La casta noche la recibe con un sonido opaco.
Mientras vaga con paso lento por las calles
tediosamente decoradas
oye (es un decir)
la musiquita de unos tangos tristísimos
saliendo de la radio de una sastrería de barrio.

La Momia piensa
(si tal cosa fuera posible,
no olvidar
que ha estado soñolientamente muerta unos
miles de años)
piensa que esa princesa la metió en un buen lío
y, mientras los pedazos de tela
se desgarran y flotan sucesivamente,
ingresa en el negocio
cuyo cartel de “Costuras a buen precio”
le da la bienvenida suavemente.

El cuarto oscuramente iluminado,
y los ojos brillantes del encorvado sastre
dan la nota.

La Momia piensa
(si se pudiera decir esto. No hay que olvidar
que un cerebro vaciado con agujas y algún líquido secreto
es delicadamente endeble)
“Papiros, cestas de mimbre, Nefertiti
camellos, enormes tumbas
palmeras,
decisivas túnicas de algodón africano,
pirámides elevadas sobre el polvo
de cien mil esclavos,
arpas y astrologías”

Y luego se embute en unos pantalones de pana
en una perfumada camisa de blanquísima seda  ,
en unos mocasines de atildado cuero.

Le basta
ladear la gorra que el sastre
le ofrece para ocultar
dos o tres vendas que escapan reverentes,
para saber que ahora
esta cerrada muerte caerá sobre ti
sobre nosotros,
y que en la dulce noche
nadie estará tranquilo mientras duerme.

Y luego, mata al sastre, incendia
el opaco negocio, se ríe
a carcajadas silenciosas
de la noche y su música
camina por las calles empedradas
convertido en un perfecto caballero
entra en la Bolsa
y allí realiza sus sangrientos negocios
silbando una vieja melodía del Nilo
recordando  a la astuta princesa,
a los hombres con cabeza de perro
y a las mujeres con vientre de serpiente.

                                                        (inédito)


 Variaciones sobre lógica modal amorosa

                                                                                                                                                                                                                               para Elvira Escalante

                                                                                               
Recuérdame en otoño
Es necesario.

En febrero
cuando las lluvias amenacen ahogarnos.
Por el contrario, en julio
olvídame definitivamente y haz una vida nueva.
Ya llegarán los meses decisivos
en los cuales estaremos posiblemente juntos:
el color de los árboles tocando la ventana,
el triste devaneo de los zapatos del cartero,
la desigual contienda de la luna en las tazas de té olvidadas.
Así, la primavera volverá con sus bríos
y te veré con un sombrero rojo
atravesando la avenida.
Por suerte yo seré
literalmente un imposible,
y aunque las telarañas  nos ensordezcan
con su rugido azul
no cruzaré esa calle
no cruzaré
nunca jamás, nunca jamás
haré el esfuerzo de cruzarla.

Al fin y al cabo
Para decirlo todo tus labios siempre fueron contingentes.

                                                       (Bazar Japonés)


Apariciones imprevistas

                                                     ¿Qué es la divinidad si sólo puede
                                                      Llegar en silenciosas sombras y en sueño? 
                                                      Wallace Stevens

Lo percibiste dulcemente,
a una hora difícil de la tarde
entre las 17 y las 19. Estabas sentado
en solitaria meditación con un cesto de frutas
al lado. El humo de los cigarros fingía ser niebla
Pero tus ojos estaban despejados
Allí. En la clara ventana que daba al patio
Viste por un instante a Cristo y a los doce
Charlaban animadamente, algunos comían uvas
Y otros contaban las piedrecitas cercanas
A la pileta. Los gatos parecían ignorarlos
Y el viento había cesado. Quisiste
Hablar con ellos, preguntarles pavadas
Sobre los mares de Galilea. Y sin embargo,
Cuando miraste bien hubo el clamor de la sorpresa:
Pedro parecía más bien tu tío Nicolás, Jesús
Se inclinaba como el portero del edificio vecino,
Santiago reía con la voz de tu abuela, y María
(eso era lo más maravilloso)  era como Carolina
Tu primera novia. Quedaste estupefacto
Unos instantes. Luego, la visión se hizo borrosa
Dejando aparecer poco a poco la santa rita magnífica
Que tu mujer cuida con modales exquisitos y tenues.
Las hormigas reiniciaron su procesión a un Dios Insecto
Que al amanecer también te despierta de tus sueños.

Y en el medio del jardín el sol que todo lo cubría
Suavemente, se llevó las imágenes y la noche.
  

                                                              (Inédito)

Satán retorna del invierno

En las pobladas calles de una ciudad desconocida
Satán vuelve a caer sobre el empedrado austero
Viene del invierno, quiero decir de otras latitudes
Donde el frio es moneda común y allí languidecía.
Al revés de esta urbe, a la que no nombraremos
Aquí el calor es abismal, aquí los cuellos tiemblan
Bajo una lluvia de gotitas saladas; aquí
Satán se siente como en casa, vuelve a cantar
(aun cuando lo hace no demasiado bien)
Y se dedica unos pasitos de baile
(lo cual es decididamente estrafalario)
Y después se va con paso decidido a un templete
cercano. Allí el pastor Rubén Alcides Saranvillo
natural de una comarca  cercana, hace años
invoca a Jesús con voz aguda, haciendo llorar
a multitudes, sana
a los enfermos de sus dolores de columna,
exhorta a pecadores, adúlteros, bebedores de vodka
y de cerveza a renunciar a los placeres prohibidos.
Satán escucha, cabecea y bosteza:
no es el infierno un lugar para estos pequeñuelos.
Cruza la calle. La catedral con elevados coros
lo fascina; por un instante cree estar en el cielo
ya que el gordito sacerdote despliega
páginas del Evangelio como hojas de comics,
invoca a Dios y a tres personas al mismo tiempo,
y luego termina su comentario con una mención
confusa sobre abortos y matrimonios imperdonables.
Satán ríe bajito y luego se aleja pensando en lo difícil
que es hacer entrar en el mal absoluto a esos chiquitines.
Después de recorrer la ciudad aburrido
Satán entra en una sinagoga, donde el rabino bruscamente
barbudo implora letanías en un idioma antiguo
pero que el diablo reconoce al instante y al instante
se duerme. Luego, despierta, con un sobresalto
y piensa que en millones años no han cambiado una letra
de la Ley: le parece, decididamente, un exceso
no apto para la eterna condenación de esos viejecitos.
Cruza la calle y oh sabiduría, oh rezos hipnopómpicos, oh dulzura
Es una oscura mezquita donde se alzan los cantos soñolientos
Invocando al Uno, al Innombrable, al Perfecto
que por gracia de un profeta austero ha proferido
su mensaje ante el Mundo. Satán tiene deseos de reír
ante esos ademanes coreográficos, siempre a las siete
postrándose ante las maravillas de un Paraíso concebido con señoritas
múltiples y un montón de aceitunas y aceites y baños de vapor
y encantadoras bailarinas. Pero aguanta su risa y se retira.
Ya no tiene nada que hacer en cuanto a religiones.
Así que busca y busca en el humano mundo
a quienes torturar por siempre en un infierno luminoso y
terrible. Un lugar,
donde se oyen diariamente los gritos de dolor
hasta el fin de los tiempos.
Pero este afán es – por lo bajo-
inútil; y por lo alto
se reduce a correr por los pasillos
de los congresos, transitar embajadas,
juzgados, comisarías y casas particulares,
pequeños y animados barcitos, casas de familia, burdeles
y en todos encuentra la mediocre intención,
el insulso yo no sabía acompañado de golpecitos en el pecho.
“El mal _piensa Satán_ “ya no es lo que era”.
Se ha vuelto una tontería que se realiza de repente
Sobre sí mismo o sobre otros
Siempre pensando que no era tu deseo hacerle daño
Sino solo divertirte, quizás pasar el rato
En  torturada compañía, quizás es como un juego
Un hobby, un impulso de dedicarse a algo diferente.
Y así, Satán eleva sus oscuras y  portentosas alas
Y parte de inmediato por la ruta
que Dios dejó trazada al escapar también de este planeta.
Y en la tierra plagada de numerosas
y tediosas criaturillas se oye el rechinar de tantas víctimas,
el confiado vertedero de sangre diario y sin sentido
el paciente dolor que hora a hora se infligen los insectos
humanos y en ese horror el corazón se para
los nudillos se ahuecan, la triste flor del llanto
comienza a germinar y las horribles risas
se encienden acompañando el cortejo de difíciles obras
y hombres y mujeres acometen la tediosa, mortal tarea
de vivir en el cielo del goce donde toda eternidad es poca.
   

                                                           (Inédito)



Ricardo Ezequiel Gandolfo (Termas de Rio Hondo, Provincia de Santiago del Estero, l953). Poeta. Ha publicado: Diario de Babel (1980, premio“Coca Cola en las Artes y las Ciencias” cuyo jurado estuvo formado por Olga Orozco, Alberto Girri y Roberto Juarroz y en 2012 dio a conocer Bazar Japonés. 
Poemas suyos han sido publicados en La Nación, Clarín, Tiempo Argentino, El Nuevo Libre (Corrientes) y en la Revista Digital “Adamar” (Madrid). También han sido traducidos al alemán y publicados en Jahrbuch der Lyrik 1996/ 97.Ed. Beck’sche Rehie (1996).
 Ajenos al vecindario, una antología junto a  otros tres poetas tucumanos, Rogelio Ramos Signes, Manuel Martinez Novillo y Maisi Colombo, apareció en el 2009.