martes, 14 de diciembre de 2010

Hans Bender: Poesía.

Hans Bender, traducción Jorge R. sagastume



















Dichtendes Ehepaar

Beide schreiben schöne Gedichte.
Wie aber sprechen sie miteinander
in der Küche? Warum hat ihr Sohn
so schlechte Noten in Deutsch?


Matrimonio que rima

Ambos escriben hermosos poemas.
¿Pero cómo hablan el uno con el otro
en la cocina? ¿Por qué al hijo le va
tan mal en alemán en la escuela?


Freund in der Schweiz

Ihm ging es besser als mir.
Nie hörte man, er sei krank.
Er hat reich geheiratet
und ein Gewehr im Schrank.


Amigo en Suiza

A él le fue mejor que a mí.
De que se enfermara jamás oí.
Con una rica se casó
y en su ropero un rifle siempre guardó.


Zeitungslektüre
(20.August 2008)

Zwei Särge
kommen aus Afghanistan.
Der Verteidigungsminister
hat seinen Urlaub unterbrochen.


Leyendo el periódico
(20 de agosto de 2008)

Dos féretros
llegan de Afganistán.
El ministro de defensa
ha interrumpido sus vacaciones.


Junger Kellner in der Cafébar

Auch Männer sehen,
wie hübsch er ist.
Kavafis hätte er
zum Gedicht verleitet.


Joven camarero en el café

Los hombres también notan
cuán buen mozo es él.
Hubiese tentado a Cavafy
a que escribiera un poema.


Die Kunst der Wolken

Schau, was die Wolken, ehe
die Sonne sinkt, vollbringen:
Über den Dächern der Stadt
einen schimmernden Ararat!


El arte de las nubes

Mira lo que las nubes antes
de que el sol se ponga crean:
Sobre los techos de la ciudad
un tintineante Ararat.


Leichenschmaus

Die Enkel gehen zuerst. Sie
haben Termine. Die Alten bleiben
noch eine Weile. Später
hört man sie wieder lachen.


Fiesta de velorio

Los nietos son los primeros en irse. Tienen
citas. Los mayores se quedan
por un rato. Más luego
uno puede oírlos reír una vez más. 


Vorsatz

Ich protestiere.
Keiner stimmt mit ein.
Ich spreche zu leise.
Soll ich schrein?


Con intención

Protesto.
Nadie quiere oír mi hablar.
Mi voz es demasiado queda.
¿Debería gritar?


Halb so schlimm

Was ihr erlebt, was ihr jetzt
erleidet. Halb so schlimm.
In fünfundzwanzig Jahren machen
junge Leute daraus einen Film.


No tan malo

Lo que te toca vivir, de lo que
sufres ahora. No tan malo.
En veinticinco años la juventud
lo convertirá en una película.


Entkommen

Nicht die großen,
die kleinen Fische
entschlüpfen dem Netz.
Recht so.


Escapando

No son los grandes
sino los pequeños peces
los que se escapan de la red.
Lógicamente.


Hans Bender nació el 1 de julio de 1919 en Mühlhausen/Kraichgau y actualmente reside en Colonia, Alemania. Fue el cofundador de la legendaria revista literaria alemana Akzente. Ha publicado novelas, cuentos, ensayos, poemas y varios volúmenes de notas autobiográficas (“Aufzeichnungen”). Ha editado numerosas y reconocidas antologías poéticas y puede ser considerado uno de los escritores más influyentes del mundo literario de la posguerra alemana. Todos los poemas que aquí se publican son inéditos tanto en alemán como en castellano.
J.R. Sagastume

Jorge R. Sagastume (Buenos Aires, Argentina, 1963)  Realizó sus estudios de doctorado en Vanderbilt University, EEUU, con especialización en literatura y filosofía. Es cuentista y crítico literario, y ha publicado tanto sobre autores argentinos como extranjeros, así como en el área de semiótica teatral y teorías de la traducción. En 2004 fundó la revista internacional y multilingüe Sirena: Poetry, Art and Criticism, publicada por la Johns Hopkins University Press. En la actualidad dicta clases de literatura hispanoamericana y estudios latinos en Dickinson College, Pensilvania, EEUU; universidad en la cual también cada año organiza el festival internacional de poesía Semana Poética.   

lunes, 13 de diciembre de 2010

H.A. Murena: Retrato del Poeta.

Jose Hernández 1834-1886



















Imagínenselo:
tenía más de un metro ochenta de estatura,
cuerpo de león,
pero en el medio del pecho
un signo trémulo y fatal
como el amor y el fuego.

Nació en Perdriel, en San Isidro,
bajo la leche infinita de la noche austral.
Atónita se detendría su alma
ante la llanura perfumada e inmensa,
los ríos frutales,
el tierno silencio del mundo.
Y de improviso los oiría romperse
bajo el galope mortal de la anarquía,
aprendería el dogma implacable
de la ardiente tierra
que le habían destinado: imagínenselo.

Comprendan, se educó en los campos,
en jóvenes ciudades, vería
las libres caballadas del alba
surgiendo de lagunas brumosas,
cubiertas del misterio
con que empieza la vida, habrá tocado
criaturas humilladas, pobres
caídas, todo el dolor argentino
en su abierta llaga,
mientras en su centro puro
la poesía se alzaba
soñando las voces nuevas
para una belleza de rostro arrasado.

Peleó en Pavón, en la guerrilla litoral,
en Sauce, en Cepeda,
y en las noches absolutas del vivac
vislumbraría el reino de hermanos
que un día, con el poder de quien entra
a casa de su enemigo
con una flor en la mano,
irrumpirá,
dispersará eternamente  la tristeza,
el mal, la pena: comprendan.

Piensen que aún no se detuvo: dirigió
El Argentino, El Río de la Plata fundó
lo eligieron diputado, lo llamaron
senador y como un río que corre,
como el trigo que nace,
como un mar que golpea,
estuvo siempre de parte de los vencidos,
fue para ellos el ojo celeste,
el pan y el vino: piensen.

Pero imaginen sobre todo su boca,
moldeada para decir lo terrible,
su boca en la hora en que
bruscamente
el poema empezó a brotarle
igual que a un árbol las incesantes
hojas, pájaros, milagros, el peso
de la tierra ascendiendo así
hacía la luminosa cúpula del cielo.
Esa hora en que el amor
borraba sus rasgos, su íntima historia,
su cruz y su corona, su nombre mismo,
el José Hernández, esa hora de su nacimiento
y de su muerte, ese instante
en que no era nadie y era todos
en el canto: imagínenselo.

Imagínenselo ahora,
mercaderes, capitanes, políticos,
hombres eminentes y hombres oscuros,
almas enfermas de un tiempo
que perdió el futuro, imaginémoslo.
Su corazón late todavía
en el vivo viento de las tardes claras,
toquémoslo con el sentimiento y la mente:
será como si nos purificáramos. ….





H.A. Murena (Buenos Aires, 1923 - 1975) Narrador, poeta, ensayista y  traductor. Publicó los siguientes títulos: Primer testamento (cuentos, 1946), La vida nueva (poesía, 1951),  El pecado original de América (ensayo, 1954), La fatalidad de los cuerpos (novela, 1955),  El centro del infierno (cuentos, 1956), El círculo de los paraísos (poesía,1958), Las leyes de la noche (novela, 1958), El escándalo y el fuego (poesía,1959),  Homo atomicus (ensayo, Premio Municipal de Buenos Aires, 1961), Ensayos sobre la subversión (ensayo, 1962),  Relámpago de la duración (poesía,1962), El demonio de la armonía (poesía, 1964), Los herederos de la promesa (novela,1965), Epitalámica (novela,1969), El hombre secreto (ensayo,1969), Polipuercón (novela, 1970),  El coronel de caballería y otros cuentos (1971),Caín a muerte  (novela, 1972), La metáfora y lo sagrado (ensayo, 1973), El águila que desaparece (poesía, 1975) y  Folisofía (novela,1976). Fue colaborador de la revista Sur y del diario La Nación y tradujo al castellano a Walter Benjamin y Theodor Adorno.



sábado, 11 de diciembre de 2010

Fernando Butazzoni: Luces oscuras, Lautréamont y las artes plásticas.*

Fernando Butazzoni







 
          
“En el cine todo es luz”, escribió hace casi medio siglo el tan poco británico John Berger.[1] Y enseguida apuntaba, con esa rara vanidad que tanto agrada a los británicos: “en el caso de la pintura, el silencio es luz”.
La luz del silencio abarca en ocasiones algunos textos que, contrariando una opinión muy extendida, no pueden ser leídos en voz alta. Diríase, casi, que no pueden ser leídos. Se trata de textos que me abordan desde una premisa que, si la reflexiono con detenimiento, me resulta insoportable: son textos que no puedo leer porque son ellos los que me leen a mí.
Esta subversión, en tanto idea e imagen, aparece reiteradamente en Los Cantos de Maldoror. En la imagen del higo comiéndose a un asno, por ejemplo. Y de manera explícita en el Canto V, cuando el poeta se lamenta de no poder “mirar, a través de estas páginas seráficas, el rostro del que me lee”. (‘Que ne puis-je regarder à travers ces pages séraphiques le visage de celui qui me lit’).
Hay una conexión entre el fluir de algunos textos y esa entidad tan esquiva a la que de forma deliberada llamaré alma. Hay un fluir del texto al alma y del alma al texto que me sitúa en una frontera entre el intelecto y el arquetipo, entre lo individual y lo colectivo. Cuando eso ocurre y creo que ocurre de manera excepcionalísima yo, lector, me enfrento a un texto que me lee y me desborda porque es más que yo: es una representación de mí.
Eso asusta.
De ahí viene la protesta de Marcelin Pleynet sobre los críticos maldororianos. Escribía él: “No podemos hacerles decir [a Los Cantos] lo que no dicen”.[2] Pleynet señalaba así su convicción de que Los Cantos rechazan cualquier interpretación. Esta afirmación tan poco francesa tiene como justificativo y antecedente los ríos de tinta que corrieron a partir de los análisis psicoanalíticos o psiquiatrizantes en muchos casos sobre el creador de Maldoror. Sin embargo, si modifico el punto de vista del observador, y parto de la premisa nada absurda de que ese libro me está leyendo, entonces debería parafrasear a Pleynet y señalar: “No podemos hacerle decir lo que dice”.
Eso también asusta.
Pero hay algo más inquietante aún: todo texto que nos lee, además de leernos nos mira, nos observa, nos estudia. Digamos que nos juzga de una manera kantiana y también de una manera pre-kantiana o, para decirlo mejor, de una manera platónica.
Esas miradas, esa observación y ese estudio, son parte del texto y son, a la vez, parte de nosotros mismos. Aunque son más que nosotros mismos.
Cuando Gastón Bachelard describe en su libro sobre el conde lo que él categoriza como un “infierno del psiquismo”, lo hace con un sentido de la redundancia que no deja de tener humor negro pero humor al fin. El psiquismo siempre es infernal. Y el propio Bachelard lo explicita en su reflexión sobre la metamorfosis y la “representación animalizada de la vida” la “vie animalisée”  llamaba él a ese fenómeno.
El psiquismo es infernal porque es humano, y el infierno es humano porque es psíquico. Representaciones, arquetipos, fantasmagorías, deidades. No importa el nombre. La denominación depende de marcos culturales, referencias y textos de la historia. Aquí, a gusto del consumidor, podría citar con igual propiedad a Jung, a Einstein o a Santo Tomás. Pero voy a terminar este párrafo de forma menos grave, con una frase de esa especie de Groucho Marx de la ciencia que fue el gran Ernst Haeckel, quien afirmó: “Dios es un vertebrado gaseoso”.
***
En Los Cantos de Maldoror hay un sesgo inequívoco que pertenece al mundo visual. Podría decirse que hay un deslizamiento del texto a la imagen que resulta, en su esencia, contradictorio.[3] De la plástica rotunda de esas escrituras surge una apelación a nuestro psiquismo que es conceptualmente infernal, sí, pero que es sobre todo visualmente plástica: superficies rodeadas que a cada instante tienden a evadirse como figuras.
O sea: una percepción de las formas que se rebela contra esos “modos de ver” institucionalizados a los que se refirió Berger en su célebre libro el cual, por cierto, fue escrito un siglo después de la muerte de Ducasse.
Mucho se ha insistido sobre esa cuestión ducassiana y, más aún, mucho se han aprovechado los plásticos surrealistas (digo, los de la primera horneada) de esa construcción polar y prácticamente ignota: el infierno re-visitado y dibujado por el señor conde. En lo personal, he sostenido la idea de que la obra entera de Salvador Dalí tiene su base más sólida en Los Cantos de Maldoror. No solamente las ilustraciones específicas realizadas por él para la edición de 1934 aportan luz sobre el asunto, sino muchos trabajos previos y posteriores del catalán.[4] Muchas de sus declaraciones. Muchos de los desplantes de Dalí remiten a Lautréamont o, mejor dicho, a esa construcción que por conveniencia todos llamamos Lautréamont. Dalí utilizó en su arte y en su vida el método de Maldoror: mostró a los higos comiéndose a los asnos.
Dijo Dalí:
“Toda mi ambición en el terreno pictórico consiste en materializar, con la precisión más imperialista, imágenes de la irracionalidad concreta… que no se puede explicar provisoriamente ni deducir por los sistemas de la intuición lógica, ni por los mecanismos racionales. La actividad paranoico-crítica es un método espontáneo de conocimiento irracional, basado en la asociación interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes.”[5]
Dejemos que le responda el propio Conde: “Déguisements supérieurs si je parle en artiste!”
***
En Los Cantos de Maldoror, aquí y allá se hace evidente la voluntad por capturar una representación visual que podríamos llamar plástica. Literalmente el libro está saturado de esa voluntad. Más aún, puede afirmarse que esa voluntad construye la escritura. Aunque, por supuesto, nadie podría señalar un afán consciente del autor. Esto de la voluntad y el inconsciente me remitiría según algunos a Schopenhauer, según otros a Freud, o quizá a Schopenhauer y a Freud a la vez…[6] Mejor vuelvo a Los Cantos de Maldoror.
Ya en la primera estrofa el libro se abre con un paisaje. Se muestra un sendero dibujado entre ciénagas desoladas. Y enseguida se esbozan el horizonte y unas aves. Son las famosas y tan esculcadas grullas del canto primero, las que están dirigidas, à l’avant garde, por una grulla vieja y sola, “la plus vieille” según el texto.
Detengámonos en las grullas. No en lo significado, no en lo connotado, sino en lo que allí se muestra: las grullas del canto primero son formas que, a cada palabra, tienden a ser figuras recortadas contra un cierto “fondo”, más fluido y desorganizado:
“un angle à perte de vue de grues frileuses méditant beaucoup, qui, pendant l'hiver, vole puissamment à travers le silence, toutes voiles tendues, vers un point déterminé de l'horizon, d'où tout à coup part un vent étrange et fort, précurseur de la tempête.”
Hay una notable escultura que parece ser la ilustre heredera de esa vieja grulla que comanda la bandada ducassiana. Es un animal metálico y pintarrajeado, algo maltrecho, maravilloso. En el esperpento de bronce se trasmite una cierta nobleza. Su autor es Pablo Picasso, y la obra es del año 1953. Se titula “La grue”.
En este objeto, con cierto modo de mirar o de ser mirados podemos encontrar varios detalles significativos: sus alas, desproporcionadamente pequeñas, “no parecen mayores que las de un gorrión”; su pescuezo, quizá por un efecto de la torsión de los materiales que sostienen el bronce, da la vívida impresión de agitarse en “ondulations irritées”; sus ojos, por último, fabricados con tuercas, diríase que “renferment l’expérience”. En cuanto al título de la obra, el mismo es lo suficientemente ambiguo como para ser incluido en el nomenclátor maldororiano: “La grue”. Palabra que en francés tiene varias acepciones, desde la fauna animal a la social, pasando por la industrial. En efecto, grue es grulla, es grúa y es, también, si nos atenemos al “Lexicón Lunfa” de Chiappara y a los trabajos académicos de Casadevall, algo bastante parecido a una percanta o aún a una yira.
El periplo de esa obra de Picasso también parece pertenecer al universo del Conde: en realidad Picasso realizó una serie de cuatro grullas, o cuatro yiras. ¡Toda una bandada! La serie, en general, permaneció olvidada, arrumbada entre materiales de desecho durante décadas. Finalmente una de ellas fue a parar a un museo de Berlín, otra quedó en poder de su nieta, otra nadie sabe bien dónde está. La última en rigor la primera, la plus vieille hace unos años fue rescatada para ir a un remate en el que se vendió por muchos millones de dólares. Aunque, por motivos que no he logrado entender, el monto exacto de la venta nunca aparece con exactitud en la gran prensa: el diario El País de Madrid, por ejemplo, informó que fueron 19 millones de dólares; Clarín, en Buenos Aires, habló de “unos 16 millones de dólares”, y así. Lo curioso es que el acto del remate está filmado y a disposición de todos en youtube. Ahí está la filmación: la grulla N° 1 de Picasso, el rematador de Sotheby, los tres señores que pujan, un señor morocho que hace de escolta del valioso objeto, el sonido ambiente, la puja millón a millón. El monto real, lo digo para no seguir sumando equívocos, fue de 17 millones cien mil dólares.
Podríamos agregar muchos otros ilustrísimos ejemplos a la lista plástica del Conde, desde Magritte a Julian Schnabel. Animales, paisajes, personajes, objetos, sucesos. La máquina de coser, el paraguas, los estorninos, las dos torres del Canto IV… La exposición de homenaje a Isidoro Ducasse realizada en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, en 1993, fue una cierta expresión del fenómeno. No es mi intención y estaría más allá de mis fuerzas relevar algún tipo de catálogo al respecto. Lo que deseo es señalar que ese vínculo, al parecer, tiende a fortalecerse con el transcurso del tiempo, como si fuera su destino. Un destino que, según Ángel Kalemberg, subraya en la escritura aquellos materiales “muy primitivos”, como las imágenes visuales.[7]
Acaso lo que se subraye sea también la apelación al psiquismo de quienes pretendemos, de forma vana, “leer” ese libro maldito. Y, por qué no, una cierta evolución de la sociedad humana hacia esas formas primitivas, visuales e infernales. Una mano sucia de carbón sobre la pared de una cueva, una línea que ondula y se curva hasta completar el dibujo de un bisonte. En fin, una historia en imágenes que, tras innumerables giros, tiene en el encandilamiento televisivo contemporáneo su más primitivo y eficaz relato.
Quizá importa menos lo que nos dice el texto que aquello que el texto muestra de nosotros y que, por lo tanto, nosotros mostramos. En esa revelación está el secreto de la incesante inspiración plástica que ha suscitado durante casi un siglo el señor conde de Lautréamont, alias Isidoro Ducasse, en cualquier caso nuestra sombra poética.
Hasta aquí llego por ahora con mi higuera y con mis asnos. Sé que no he sido claro. Espero, por lo menos, haber sido oscuro.





[1]J. Berger. Modos de verGilli, 2002.
[2] M. Pleynet. Lautréamont par lui- même. Seuil, 1967.
[3]K. Mikkonen. Theories of metamorphosis: from metatrope to textual revision. Style, U.N. Illinois, Summer, 1996.
[4] F. Butazzoni. Alabanza…  Seix Barral, 2004.
[5] S. Dalí. La conquista de lo irracional. Siruela, 1994.
[6] I. Barreira. Schopenhauer y Freud. Del Signo, 2009.
[7] A. Kalemberg. “L’autre/a/Mont/ ahora”. En L’autre à Montevideo. MNAV, 1993.

*Texto leído por su autor en el homenaje tributado  a Isidore Ducasse en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, al conmemorarse el 140 aniversario de su muerte. Montevideo, noviembre de 2010. 




Un recorrido por el castillo del conde de Lautréamont



Fernando Butazzoni (Montevideo, 1953). Narrador, ensayista, poeta, guionista y periodista.  A partir de 1972 por las condiciones políticas uruguayas comenzó su periplo por distintos países. Ha vivido en Chile, Cuba, Nicaragua y Suecia. En 1978 se trasladó a Nicaragua donde se  integró a las fuerzas del Frente Sandinista, siendo destinado al Frente Sur donde combatió como oficial de una unidad de artillería de montaña.  Luego de la liberación de Managua regresó a Cuba, donde ingresó  en Casa de las Américas  desempeñándose allí como investigador del Centro de Estudios Literarios y posteriormente como secretario de redacción de la revista CASA.
En 1983 regresaría a América Central como corresponsal de guerra, para cubrir los combates de la Contra,   viviría en ese período largas y agotadoras estadías en la selva. Finalmente en 1985, luego de las elecciones, puede retornar al Uruguay, donde desarrollaría una intensa actividad periodística y literaria. Fue encargado de páginas culturales del semanario “Brecha”, director de la Revista de la Universidad de la República, secretario de redacción del matutino “La República”, corresponsal del diario “Clarín” de Buenos Aires y director y conductor de programas de radio y TV.
En narrativa ha publicado: Los días de nuestra sangre (cuentos, Cuba, 1979),La noche abierta (novela, Costa Rica, 1982), El tigre y la nieve (novela, Montevideo, 1986),La danza de los perdidos (novela, Montevideo, 1988), La noche en que Gardel lloró en mi alcoba (novela, Montevideo, 1996), Príncipe de la muerte (novela, Montevideo 1997),Mendoza miente (nouvelle, Montevideo, 1998), Libro de brujas novela, (novela, Montevideo, 2002), El tigre y la nieve (novela, Montevideo, 2006),El profeta imperfecto (novela, Montevideo,2007), Un lugar lejano (novela, Montevideo, 2009). Asimismo ha dado a conocer en crónica Nicaragua: noticias de la guerra (Montevideo, 1986),  el volumen de reportajes Seregni-Rosencof Mano a mano (Montevideo, 2002) y los ensayos Los ensayos del Orobon (Montevideo, 1998) y Alabanza de los reinos imaginarios, un recorrido por el castillo del conde de Lautréamont (Montevideo 2004).
Por su obra ha recibido diversas distinciones entre ellas los premios Casa de las Américas (Cuba, 1979), EDUCA de narrativa (Costa Rica, 1981),  Bartolomé Hidalgo (Uruguay, 2008) y fue finalista del Planeta-Casa de América (2007) y el Rómulo Gallegos(2009)y ha recibido una mención especial en el premio de poesía Rubén Darío,(Nicaragua, 1980).



Raúl Henao: Andrés Holguín y el canon poético colombiano.

Raúl Henao, Medellín, Colombia, 2010.










La ausencia de escritores que de modo regular y persistente ejerzan la crítica literaria y poética en Colombia, ha impedido, entre otros logros, que se unifique y consolide  sobre bases firmes el canon definitivo –o por lo menos optativo- de las letras nacionales. Una excepción a la regla la constituye en un pasado inmediato la figura representativa y multifacética de Andrés Holguín (Bogotá, 1918 - Bogotá, 1989) hombre público, diplomático, conferencista, profesor, ensayista, poeta, antólogo y traductor excepcional de la lírica francesa –su monumental antología de la Poesía Francesa (ediciones Baal. Bogotá, 1977)  y su Antología Crítica de la Poesía Colombiana {Biblioteca del Centenario del Banco de la República. Bogotá, 1974} resultan hitos importantes difíciles de superar en un medio que ya a punto de finalizar la primera década del siglo XXI continúa gravitando en torno de lo localista y provinciano de su cultura.
Vale la pena destacar en la actividad literaria de Holguín, su gusto y pasión por temas y tópicos pocas veces abordados por los escritores nacionales y ni siquiera por los latinoamericanos en general… a no ser desde una óptica puramente especializada o académica, como son los de aquellos símbolos y mitos que tocan de cerca lo poético-religioso y filosófico, me refiero específicamente,  a ensayos suyos del tenor de La Tortuga Símbolo del Filósofo, El Toro Animal Sagrado, o a sus libros de “Notas” sobre las culturas griega y egipcia, fruto de sus viajes por aquellos países europeos y del cercano oriente.
Limitándonos al terreno de lo estrictamente poético, resulta de permanente interés volver sobre lo que el poeta y crítico bogotano pensaba acerca de los tres poetas icónicos o modélicos de las letras nacionales, tal como fueron considerados en su momento –y todavía continúan siéndolo de alguna manera- José Asunción Silva, Guillermo Valencia y Porfirio Barba Jacob.
En el poeta de los Nocturnos, Holguín resalta su estro y vocación romántica donde se conjuntan vida y poesía:
“Poesía y vida están fundidas en la creación romántica. En la clásica en cambio, están en contacto  poesía y cultura y a veces poesía y erudición” (La poesía inconclusa y otros ensayos. Página 136)
Y cree encontrar la impronta distintiva, el “mensaje total” de su obra poética en la atmósfera o “sentimiento de misterio”  que la rodea: un misterio  ”medido y contenido”, “apenas una sugerencia, una insinuación”,  al que lo ha llevado paradójicamente su nihilismo y escepticismo finisecular,  a tono con el ideario profesado en aquel tiempo por algunos de sus maestros como Bécquer o Verlaine,  Mallarmé  o  Barrés:
“Tal vez el sentido de misterio en Silva es el resultado de un anhelo trascendental fallido. Es la sensación del escéptico que no resolviéndose en sentimiento religioso, cae en el vértigo, en el abismo de la nada. Dije atrás que la angustia es el resultado final del fracaso lógico. En nadie como en Silva es esto evidente, Silva es profundamente culto, curioso intelectualmente; se plantea toda suerte de problemas filosóficos, religiosos, científicos, artísticos, pero nada le explica el mundo. Allí nace su agonía. Y allí donde termina su búsqueda especulativa, allí donde se le quiebra, se abre la noche de lo desconocido y maravilloso”  (Ibid. Página 138)
Las páginas que Holguín le consagra a Guillermo Valencia (Popayán, 1873- Popayán, 1943) por muchos años considerado el poeta más representativo de las letras colombianas, nos parecen en cambio bastante desacertadas o discutibles…Porque si bien es cierto que al poeta de Ritos lo ha limitado el ideario parnasiano de su época, centrado en lo meramente formalista o retórico, como nos asegura el crítico bogotano, no nos parece igualmente del todo justo o apropiado calificar de “censurable” su “impersonalidad” o el hecho de que eligiera como tema de su poesía el ámbito de lo cultural en general…Ya que algunos de los grandes poetas de nuestro tiempo han seguido un derrotero parecido sin menoscabo de su alta calidad. Entre otros mencionamos a Constantino Cavafy, T.S. Eliot,  Ezra Pound  o  a Herrera y Reissig  y Octavio Paz entre los latinoamericanos.
Hoy sabemos que dicha “impersonalidad” ha enriquecido, por el contrario su poesía, en lugar de malograrla encerrándola en el círculo vicioso de lo puramente confesional o autobiográfico.
Lo realmente “censurable” en Valencia es que hubiera comprometido de modo negativo su genio poético y hasta su propia vida, en prosecución del canto de sirenas irrelevante y  provisorio de la política colombiana –tentación que oportunamente supo evadir Holguín que tiene con el poeta payanés este y otros puntos de contacto- dejando de lado el ahondar o adentrarse más a fondo en su propia obra poética : tarea o aventura  que exige siempre una consagración exclusiva y total y que, como dice en alguna parte William Blake, “se paga únicamente al precio de cuanto se posee”.
Y finalmente llegamos a la “poesía para hechizados” de Porfirio Barba Jacob (Santa Rosa de Osos, 1883- México, 1942) esta vez si del entero gusto y predilección de Holguín, que no duda en señalarla como ”la máxima creación poética de Colombia”  (Ibid. Página 170) porque responde a las instancias de una experiencia realmente personal y auténtica, sin que esto vaya en ningún momento en desmedro de su belleza formal que el supo alquitarar a lo largo de su vida con la paciencia y dedicación de un orfebre o artífice de las letras.
Pero aquí nuevamente, a pesar del respeto y la admiración que nos merece el oficio crítico y poético de Andrés Holguín, debemos disentir de él en lo que respecta a lo superficial o simplista de las conclusiones a las que llega tomando como referente o pretexto la obra del poeta santarrosano mencionado. Nos referimos a aquella tesis suya tan obvia que dictamina que “la mejor poesía deriva del dolor”. O aquel postulado estético suyo de que “como otra Venus la mejor poesía emerge del agua salada de las lágrimas”;  cuando una lectura más atenta y clarividente  nos revela, por el contrario,  que su mensaje se sitúa sin ambages más allá del sufrimiento y el dolor humanos, en una suerte de afirmación incondicional, reverente de la vida, con todo su lastre de oscuridad y miseria, de absurdo y sinsentido. Mensaje que nos recuerda la doctrina profesada por el maestro de Sils María tan leído en aquel momento por Silva, Valencia, Sanín Cano, Efe Gómez o Carrasquilla. De ahí ese enigmático, inconcluso “y sin embargo”,  con el que finaliza su poema La estrella de la tarde. O ese mayúsculo HE VIVIDO del poema titulado Elegía de Septiembre. O el verso, no por conocido menos encantatorio y verdaderamente “para hechizados” con el que termina su célebre Balada de la loca alegría:
                                                  “El polvo reina, el polvo, el iracundo… 
                                                   ¡Alegría! ¡Alegría! ¡Alegría!”


Raúl Henao ( Cali 1944) Poeta y ensayista.  Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales. Ha publicado: Combate del Carnaval y la Cuaresma ( Medellín, Colombia, 1973); La Parte del León  (Venezuela, 1978);  El Bebedor Nocturno  ( Cúcuta, Colombia, 1978);  El Dado Virgen  (Venezuela, 1980); Sol Negro  (Medellín, Colombia, 1985);  El Partido del Diablo / Poesía y Crítica  (Medellín, Colombia, 1989);  El Virrey de los Espejos ( Medellín, Colombia, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte  ( Medellín, Colombia,  1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) Sol Negro (Bogotá, Colombia, 2006.) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Medellín, Colombia, 2008).





Alejandro Carrizo: Poemas.

Alejandro Carrizo















1.

johann sebastian me da un empujón (no
encuentro los anteojos. alguien que huye
quiere voltear la puerta (lo invito a la cocina
le ofrezco un vino empezado y le pido que se calme:
el perro del vecino sigue sin alcanzar la luna.
su saco echa humo aún (por favor, los vecinos
parece balbucear el nombre de un amor antiguo
por sus ojos desesperados camina una palabra muda
corro, pero la pierdo en la multitud
otra vez el hígado –pienso– aunque la mesa ya
ha comenzado a tomar su forma natural
debo volver a mis huesos antes de que empiece
a llover en los espejos (marcela, la violonchelista
no da señales de vida y eso puede confundir a
cualquiera. a esta altura bach se ha llevado al
desesperado a buscar un barcito abierto en
la terminal (la ventana sigue fiel y
empecinada
la ciudad es un rinoceronte dormido
que puedo acariciar con toda mi desnudez

2.

al espejo que no trabaja le crecen
pescaditos de colores (le arde el tajo
del hueco en la piel del diablo. lo dice
la radio: al preso de un viejo amor le
florecen trenes en la mirada que no
harán con la lluvia. que no sabrán qué
¿adónde se ahogaron aquellos rostros?
mariposa de las ciudades
náufraga de mí
no hay lugar en la memoria de los
espejos donde supimos escribir
con el filo de un beso ese tango negro
cosido a la fuga de lo posible. cruzamos
los días sin comer poesía o
sin que la poesía nos coma a nosotros
¿podrá más la bestia? (parafraseando
al silencio: en la espalda de todo ocaso
hay campanas enterradas
(el oído en las vías

3.

no debería contarlo. pero este país
está hecho de traiciones. si miramos
fijo, los ríos suben la montaña. no
debería contarlo: antes de tomar la
pastilla, su madre le dijo “sé libre”, luego
la noche lustró sus armas con tordos agrios.
después de la tormenta nos amamos furiosamente
en cada ocaso (no debería
decir que en la cama era isadora duncan
bañándose con agua de violonchelo.
los trenes dejaron un olor a carne chamuscada
y el olvido picotea contra el vidrio.
no debería decir que hoy la crucé en el
puente, los ojos fijos en el piso, el pelo
sin viento. pero justo aquí llega un
ordenanza y me dice “es hora de cerrar,
hay que desalojar el poema”. justo ahora
que iba a gritar es síndrome de estocolmo
y este viernes no tuve tiempo de sacar la
basura, que la justicia es una tortuga que
aún no ha cruzado las vías. el hombre
cierra los ojos y mueve la cabeza. apagón
  
4.

don antonio fernández, el farmacéutico loco
que me enseñó a escribir, va a la cabeza,
con sus ochenta años y sus anteojos de sifón
parece un general de bonaparte.
lo siguen
las putas de san telmo y las del bajo de tucumán.
a los pungas del tren estrella del norte
los comandan chiva loca miranda y za-zá del pino.
por la izquierda avanza la compañía de monte con
una bandera que reza “la melancolía al poder”
pertrechados van con bandoneones y guitarras gastadas.
tenemos miedo –debemos admitirlo– pero esperamos
el apoyo de la fuerza aérea: el capitán paul celan asistido
por el contramaestre césar vallejo y todos sus jueves
de tormenta.
con todo viene también el ventrílocuo
richard smith y su muñeco pepito. la retaguardia
está cuidada por el loro quiroga y una troupe de actores
de la radionovela de las dos de la tarde.
en mi último bando he dado instrucciones precisas:
leer al ritmo de la marcha “el albatros” de baudelaire y
“el borracho” de joaquín castellanos (cuando escucho
la palabra hastío me llevo la mano a la cartuchera.
debemos ser cuidadosos. les tengo dicho al comandante
condorí y a su asistente alfaro que no se dejen confundir
por sutiles proyectos. nuestros espías boccanera y el
manicero de lavalle y alvear suelen emitir señales confusas
y mostrar signos de debilidad. también
hemos perdido a demuro en una paleta absurda.
sé que
nuestras tropas sufren de tango, de cierto discepolianismo
crónico, pero debemos estar atentos.
la fuerza enemiga
es sagaz: el lunar junto a su boca es una lluvia de balas
sus ojos de jaguar como vidrios rotos arrojados a la noche
pueden dejar paralizada íntegra a la quinta columna
(sé
que mis contingentes pueden capitular de golpe cuando
presientan la textura de su piel como un lago quieto donde
se baña la vía láctea
(pero debemos quebrar el cerco.
mis
tristes-tristes guerreros tienen el corazón y la voluntad
atados a mis designios, pueden beberse el orín y pasar
días sin respirar debajo del agua, pueden morder la roca y
no soltar palabra,
pero también sé que los inflama el hedonismo y los asfixia
la cadencia de sus manos cortando el aire
  (la última vez
mis infernales volvieron encendidos en fiebre porque los
inundó el veneno implacable de su aroma
(sé que pueden
traicionarme como “la cicatriz” de borges con sólo verla
cruzar las piernas (también soy consciente de que sucumbirán
ante la saga de su sonrisa
(esa arma es imposible
por eso estoy aquí –gran perdedor– parado en la torre
del desierto de los tártaros.
sólo espero una misiva
del brigadier gelman y su banda municipal que me
señalen el caminito de la tarde.
quizá mi capitulación ya estaba escrita de antemano.
sé esperar.
un hilo de sangre ha comenzado a recorrer mis labios
y es dulce
dulce
dulce

5.

y aquí y ahora te nombro río para
que te hagas un vestido de espuma y
viento río nuevo que asombre a los
pájaros y subvierta la geografía
¿podrías hacerle el amor a los puentes?
¿harías dudar a los suicidas? ¿o rodear
con un collar de bruma el sueño de
los solitarios? ¿sentirías sobre tu vientre
las monedas arrojadas por jóvenes amantes?
¿soportarías la miel lenta y vacía de la
mirada de los pescadores? ¿y la caricia
sensual de las garzas en el ocaso?
para eso para que sientas el
aliento desesperado y absurdo de
un poeta que busca el mar de una
palabra que te contenga (sólo una
y luego tu cuerpo vuelto lluvia
libre
y sin orillas

6.
 
llevan un agujero en el bolsillo como
tarántula recorriéndoles la espalda un
poco de agua seca y dos tornillos de
repuesto para mirar por las grietas de
lo posible (se cuidan de la escandalosa
paciencia de los árboles y ríen
por debajo de los relojes aman sin
camisa y sin camisa trabajan en las
orillas del día con sus noches
y sus coches (rumbo al muere. yo
ofrezco recompensa: pago con un ramo
de perejil si encuentro uno me lo como
y me lo bebo me lo bebo y me lo como
–nicolásguillén– lo encierro en mi balcón y
doy vuelta la cara para incitar la fuga, claro:
si dicen a con un oído agudo se les pueden
ver los temblores ante los absurdos fundamentos
del mundo (ojos así tienen y
son pocos, saben que todo todo lo demás
es exilio: son
los hombres que no matan


Alejandro Carrizo  (San salvador de Jujuy, 1959) Poeta. Ha dado a conocer los libros:  “Pena por Manuel J. Castilla” (1982), “Vencedor de mariposas” (1985), “Elementos” (1987, premio Fondo Nacional de las Artes), “Fosa común” (1990), “La marca” (1999), “Rabdomancia” (2002), “Tren al ocaso” (2005), “Modulación” (2007) y  “Tocata y fuga” (2010).