viernes, 26 de noviembre de 2010

John Ashbery: La aflicción del parque.

John Ashbery, foto David Shankbone. Traducción Sergio Badilla Castillo






 


   

        







Cada uno es verdad un pedazo único,
tú lo dijiste, o, quizás, cada uno
es un pedazo verdaderamente único.
Huelo la diferencia.
Es como el polvo en una casa vieja,
o el agua de ella. Entonces llegas
a un lugar emocionante.
El bandido se compromete
        con la hija del ciego. Las remolachas forrajeras
que salen de cada puerta, saludan al viajero
y se van. O el paso más diluido de jugadores que pasean,
cada uno del brazo de un abatido amorcito, cada
uno pulcro como la idea de uno de toda cosa bajo el sol es pulcra.
Y los glotones
vuelven, con su coche, y la noche,
la noche negra murciélaga, es más negra que cualquier murciélago.

Así precisamente sabes, esto es el irse a pique en
el agua, donde pasean las damiselas y los tíos
saben que es algo deseable cuando ven a una.
El parque es vapuleo
No es lesión de la rodilla, o un sello postal en Marte.
Es todas las cosas antedichas, y algunas otras más también:
una mañana innominada en mayo batida por observadores tensos.
Una cámara de aire en un sofá.
Entonces flotamos hacia abajo por el Gran Río Pompa, cada uno
en nuestra cámara de aire, cada uno con color diferente.
 El mío era verde lima, el tuyo era pistacho
Y la corriente nos murmuraba cuida de tu espalda
para otro día. ¿Estás
tan seguro de no haber pasado los postes de la portería todavía? ¿No lo reconsiderarás? ¿Remóntame a mi fuente? ¡Dios,
Trixie, ¡El agua puede hablar! Como un muchacho
habla, y no estoy tan seguro cuán pequeño es todo esto,
no se debería hacer tanta alharaca. ¿Cuándo otro muchacho camina hasta el borde de las cataratas, y llama, porque es tarde,
no estaremos contritos dejándolo desistir de no haber sido
quienes inventaron todo esto? Entonces, con  seguridad, las olas
de brezo repugnan a los que trajeron al testigo falso, vuelan como cintas
en la brisa rígida, diciendo de nosotros: Parece que una vez
cometimos algún error, y ahora debemos ser juzgados, a menos
que no sea tan malo, alguien me dice que quedarás limpio de polvo y paja,
todos podremos ir a casa, permanecer allí y sonreír otra vez, atorméntate con risitas insidiosas como un culpable. Entretanto, los malabaristas se apiñan
en las laderas escarpadas
del volcán.
Le creemos que es el  extremo de la tierra, así es son las
seis en punto y los pescados navaja se han ido a casa.
Una vez que, en la orilla inclemente de Mannahatta,
pescaba peces con agallas  pero no atrapé nada, nada excepto
un émbolo de goma o dos.
Era una época horrible. Ahora todo es regocijo.
Yo me pregunto, ¿Algo ha cambiado?
¿Los marineros están colgando
de la cubierta de su nave loca? No somos
envidiosos, aunque, la vida sigue estando tan llena 
de numerosas pequeñas conmociones, depende de quienquiera
que lo (la) agarre.
El violín rebana la vida en trozos
manejables, y el violinista no sabe a quién
conmueve, o se preocupa por qué la gente está tan sorprendida ;
su mente está en el extremo, en la extraordinaria empatía de finalizar.
 ¿Qué es lo que está dispuesto para él. Te lo imaginas mejor que para ti mismo?
Mis pies estaban entumecidos, yo le pregunté solamente, ¿Cómo llevas      
                       esto de un lado para otro?
¿Dispones de una barcaza a remolque? ¿Cuántos pies tiene un ciempiés? (respuesta en la edición de mañana.) Oí las grúas que lloraban,
diciendo cómo el tiempo se esfumaba. Era belga,
ellos pensaron. Nadie quema el óleo de medianoche para esto,
aún así pienso que un cierto día seré un erudito pese a todo.
Las horas me acomodan. Y los ramilletes de goma que las muchachas usan dentro y fuera de clase. De seguro, resultaré ser un necio, y tendré que sentarse en  el rincón, pero eso es parte de la aventura apasionante. Sé que las cosas son diferentes e iguales. Ahora si solamente pudiera decirte...
El período de mi excedencia se termina.
Negociaré la caída, y después me
iré llorando tolo a ti. En esos años la paz vino y se fue, el auto
de nuestro padre cargó
con las estaciones, todo alrededor nuestro fue riña y el entusiasmo
de la primavera.
 Ahora, casualmente, todo ha terminado. No me importará la premisa vacante que me disgustó una vez. Sé que todo es demasiado exacto. Y el gamberro fija su ojo en una cala: Solamente
las yemas de los dedos son quizás conmovedoras,
Se piensa, disponiendo de otro puñado de nostalgia madura.
Quizás es  demasiado tarde,
Tal vez llegaron hoy.

Traducción Sergio Badilla Castillo


John Ashbery  (Rochester, N.Y, EEUU,1927).  Poeta. Ha sido reconocido con numerosos premios y distinciones: Premio Pulitzer (1976) por su libro Autorretrato en un espejo convexo, (Self-portrait in a convex mirror); el Premio Nacional del Libro, La medalla Bollingen . Es el  primer poeta de lengua inglesa en ganar el Gran Premio de las Bienales Internacionales de Poesía de Bruselas. En 1992 obtuvo el premio  Feltrinelli, Italia.












Sergio Badilla Castillo (Valparaíso, Chile, 1947). Poeta, narrador,traductor y escritor. Creador del transrealismo poético y promotor del movimiento transrealista en la poesía actual. Ha publicado:  Más Abajo de mi Rama (cuentos, Suecia, 1980); La Morada del Signo,  (poesía, Suecia, 1982); Cantonírico (poesía. España,1983); Reverberaciones de Piedras Acuáticas (poesía, Suecia, 1985); Terrenalis, (poesía, Suecia, 1989); Saga Nórdica (poesía, Santiago de Chile, 1996); La Mirada Temerosa del Bastardo (poesía,  Chile, 2003); Poemas Transreales y Algunos Evangelios ( poesía, Chile, 2005).Entre otros títulos.